Mañana de paro(n) en el Sef
10:30. Cita previa en el Sef. Me toca la 'H'... mal asunto. Alrededor la gente parece haberse detenido mientras contempla con atención la sucesión de números. "Y049 puesto 7, H012 mesa 7". Y los cuerpos se levantan y otros toman su asiento. Padres, universitarios, abuelas, inmigrantes, madres y niños pequeños se entrecruzan las miradas, intentando tal vez adivinar cuáles son sus males. O sus bienes. Nadie parece contento, más bien todo el mundo está cansado. Se siente en las manos caídas. Se resbala por las ojeras. Y los números siguen cayendo, como en el bingo. La diferencia es que aquí no hay premio, sólo una mínima esperanza.
Casi dos horas después de mi cita previa, mi número se descuelga en la pantalla: H021 mesa 29. Y mi suerte y mi esperanza se deslizan hasta la susodicha. Demostrar que busco trabajo activamente, ese es el objetivo. Un fin para el que me sirvo de decenas de capturas de pantalla de diferentes currículos vita vitaes, dispersos por Internet. Acompaño mis perfiles de centenares de ofertas de empleo a las que me he postulado desde hace dos años. Y bien podía haber llevado de la mano a algún entrevistador de los que me prometían el oro y el moro como comercial. Total, me deniegan la ayuda antes de que pase un minuto... o una hoja.
Llegados a este punto me veo, cuanto menos, obligada a reclamar. Ya no porque no me den pasta que, dicho sea todo, era lo esperado. No. Mi queja viene por la hora y media que llevo esperando aún con cita previa. Así que pido mi reclamación. -"No te creas que la pide mucha gente" -"Así nos va, que solo sabemos quejarnos en los bares". Cara de póker, si, pero yo me voy con mis hojitas de colores.
Ya que estamos, me digo, voy a ver si me informan de cómo abandonar el barco en pleno hundimiento, ya que no soy capitán y encima soy mujer. La espera para la orientación laboral no se hace de rogar mucho (que cada uno saque sus propias conclusiones) y, al fin, consigo algo en claro esta mañana: una cita para un taller Eures.
Solo espero que eso sirva de algo más que para enseñar que existe un programa de trabajo en el extranjero y me encamine a lograr ese tan ansiado, esperado y deseado trabajo. Aunque además de buena y bonita, la oferta sea barata. Que a este paso el psiquiatra que me tenga que ayudar, va a tener que hacerse dos máster del universo en locuras transitorias. O ir comprándome la camisa de fuerza que, lejos de incomodar, solo espero que sea negra. Para quedarme con el rock en las venas. Parada pero loca de contenta.